Como individualistas, aceptamos el concepto de responsabilidad
personal por nosotros mismos y por quienes de nosotros dependen. Por eso
vemos la familia como la unidad social básica después del individuo.
Todo régimen totalitario -desde la antigua Esparta hasta la
China de hoy- hace lo posible para destruir el tejido familiar, a fin de
remover toda lealtad que pueda erigirse por encima del Estado. No le gusta
la competencia. Las comunas -de China roja o de Haight-Asbury- son ideales
para tales propósitos. Pero casi idéntico resultado puede lograrse incluso
con la institución del matrimonio; basta con inducir a la gente involucrada
a abandonar sus responsabilidades parentales. Porque el objetivo real es
suprimir a la familia como posible fuente alternativa de guía y apoyo.
Siendo la familia débil, en cualquier necesidad la gente no tiene más remedio
que volverse al Estado por ayuda. Y si el hogar puede ser transmutado en
sólo un club para comer y dormir, entonces los niños quedarán a merced
de las guarderías y escuelas gubernamentales, para ser moldeados y adoctrinados
por el Estado, actuando como padre y proveedor de última instancia.
Por eso estamos comprometidos con la preservación y reforzamiento
de la familia, tanto por razones prácticas como morales.
Creemos que todas las personas somos iguales a ojos del Creador,
y que todos debemos ser tratados igualmente por las leyes. Pero también
creemos en la libertad de asociación: que el individuo es libre de seleccionar
a quienes elige para trabajar, jugar o vivir. Creemos que es algo esencial
a cualquier sociedad verdaderamente libre; y además que es enteramente
natural.
Generalmente las gentes prefieren asociarse con quienes comparten
algo en común. Prefieren estar con quienes son aproximadamente de la misma
edad, nivel educacional, intereses y pasatiempos, estrato socioeconómico,
religión, raza, gustos en materia de entretenimientos, y puntos de vista
políticos. Cosa que todo el mundo hace en un grado u otro. Ud. lo hace.
Yo también.
Hay un nombre para este proceso: se llama "discriminación".
A fin de seleccionar aquellos con quienes quiere asociarse, por definición
Ud. debe discriminar. Debe ser libre para rechazar aquellos otros con quienes
no quiere asociarse. De otro modo Ud. no puede elegir.
El problema surge por el hecho de las tensiones raciales,
actualmente crecientes; la palabra "discriminación" se ha venido a confundir
con "odio", pero no es lo mismo. Sólo porque Ud. prefiera estar con los
de su misma clase de edad, no significa que tenga que odiar a los más viejos
o más jóvenes. Y es lo mismo en los casos de la raza, religión o cualquier
otra categoría.
Además, creemos que los gobiernos no tienen para nada que tratar
de dictar relaciones sociales entre individuos o grupos. No encontramos
bases constitucionales para ello, ni morales, ni lógicas por cierto. Cada
vez que un gobierno toma esta vía, y emplea la fuerza de la ley para reorientar
las relaciones sociales conforme a alguna fórmula supuestamente omnipotente,
siempre pone las cosas peor de lo que estaban. Es como arrojarle piedras
a un perro para que deje de ladrar.
Por favor, entienda que esto significa que nos oponemos tanto
a la segregación forzada por algún gobierno estadal, como a la integración
forzada por algún gobierno federal. Ambos están mal. Los gobiernos deben
permanecer por completo fuera de esta materia, y dejarla a los individuos
involucrados. Nosotros no hacemos esfuerzo alguno para obligar a una cierta
fórmula o a cualquier otra. Y con franqueza, pensamos que el mundo sería
mejor lugar para vivir si los demás siguieran estos mismos principios sociales.
Vamos ahora a los principios religiosos que sostenemos en común.
Creemos que tanto la integridad en el gobierno, como la honestidad en el
mercado y la armonía social, deben basarse en la moralidad. No nacen por
legislación. No importa cuantas leyes Ud. escriba en los libros, si esas
condiciones no existen en los corazones de los ciudadanos, jamás existirán
en la vida pública.
Además, creemos que sin una firme base religiosa es imposible
la verdadera moralidad, y con esta expresión significo el hacer lo correcto
porque es correcto y no por otra razón, aún cuando esa conducta nos pueda
acarrear alguna desventaja, o nos pueda costar hasta la vida. A menos que
nuestro concepto de lo bueno arraigue en convicciones religiosas, derivando
de una fuente Divina exterior y superior a nosotros mismos, ¿quién estaría
dispuesto a tales sacrificios?
Oímos mucho hoy en día sobre nueva moralidad, a veces llamada
humanismo, o ética de la situación: el concepto es que no existe lo bueno
o lo malo fuera del individuo mismo, y lo que es malo para unos puede ser
bueno para otros; o lo malo para alguien hoy, mañana puede ser bueno para
la misma persona. Todo depende de su actitud en el momento. Se supone que
lo que nos hace felices o nos da placer es bueno, lo que nos duele es malo,
y debemos decidir sobre esas solas bases. En otras palabras: hagamos cualquier
cosa que querramos, y llamemosle moralidad.
Es un sinsentido, desde luego. La llamada nueva moralidad
es nada más que el viejo hedonismo con un nombre respetable. Siempre habrá
hedonistas, hasta que el mundo dure; pero nosotros rechazamos firmemente
el hedonismo como filosofía dominante de la vida pública.
Pienso que George Washington resumió muy bien este concepto:
"De todas las disposiciones y hábitos que llevan a la prosperidad
política, la religión y la moralidad son soportes indispensables. Y debemos
cuidarnos de consentir el supuesto de que la moralidad puede mentenerse
sin religión ... tanto la razón como la experiencia no nos permiten esperar
que la moralidad nacional pueda prevalecer excluyendo los principios religiosos."
[American Historical Documents: New York, Barnes & Noble, Inc.,
1960. p. 144.]
Esta es la razón por la que nuestro país fue fundado en una
firme creencia en Dios como nuestro Creador. La misma primera frase de
la Declaración de la Independencia refiere a Dios como autoridad para esa
acción independentista. Después encontramos las palabras "el Supremo Juez
del universo". Y la última oración declara "una firma confianza en la protección
de la Divina providencia".
Pero la clave de la importancia de esto se encuentra en las
palabras "todos los hombres son dotados por su Creador con ciertos derechos
inalienables". Vea Ud., si nuestros derechos no nos son dotados por nuestro
Creador, entonces ¿cual es su origen? Hay una sola otra fuente: el gobierno.
Por eso, si negamos la existencia de Dios en nuestras instituciones
políticas, entonces debemos aceptar la premisa de que la fuente de nuestros
derechos es el gobierno. Y si aceptamos esa premisa, debemos aceptar también
su corolario: si el gobierno puede garantizar derechos, entonces también
tiene el poder de quitarlos. Y no crea que muchos estadounidenses querrían
aceptarlo si se lo pensaran bien. La libertad no es segura a menos de suponer
que los derechos humanos vienen de Dios y no del Estado.
Por eso no evadimos el punto de la religión; más bien proclamamos
su importancia como indispensable fundamento, y no sólo de la moralidad
nacional, sino también de la libertad.
Si se me pidiera resumir los principios en los que creemos,
lo explicaría como un concepto dual de individualismo y moralidad. Pero
también tengo una consigna, que aún siendo un poco larga, lo dice muy bien.
Tal vez Ud. la haya oído. Es:
Menos gobierno, más responsabilidad, y con ayuda de Dios, un mundo mejor.
La próxima vez que la escuche, espero sinceramente que mis esfuerzos aquí le permitan tener una mejor apreciación del profundo significado tras esas palabras.
Copyright 1972 por G. Edward
Griffin