PRINCIPIOS ECONÓMICOS DE LA LIBERTAD

por G. EDWARD GRIFFIN
 



 Quienes abogamos por menos gobierno, sostenemos ciertos principios económicos que creemos conformes con la libertad para cuya protección nuestra Constitución fue diseñada. Y para describirnos con precisión en esta categoría, sería apropiado decir que nosotros somos -¿está Ud. preparado?- capitalistas laissez-faire.

 Hasta que fui a la Universidad, yo no sabía lo que era un capitalista laissez-faire, y allí aprendí que era un tipo gordo y grandote con un puro carísimo en la boca, un diamante en la corbata y polainas en los zapatos, sentado encima de una enorme bolsa de dinero proveniente de la explotación de frágiles mujeres y niñitos hambrientos ...
En serio ahora, si alguna persona me hubiese dicho que era un capitalista -y sobre todo laissez-faire-, hubiese pensado que era la más codiciosa, tacaña y avara del mundo.
 Muchos años después aprendí el verdadero significado de esas palabras; y lo cumbre es que me sorprendí descubriendo que yo mismo era un capitalista laissez-faire! Que significa simplemente propiedad privada -o sea: en manos de la gente y no de los políticos- con un mínimo de gobierno e interferencia en el mercado. Laissez-faire significa sólo "Dejen hacer a la gente."

 Ahora, una cosa de entrada: muy pocos ricos defienden activamente la libertad económica. Yo desearía que fuesen más, pero no es así. La mayoría de nosotros provenimos de los niveles económicos medios y bajos del país; en otras palabras: somos parte de la ancha clase media que aún trabaja para vivir y paga impuestos. Y hablando aquí francamente, nos gustaría hacernos ricos si pudieramos, y pienso que lo mismo les pasa a la mayoría de Uds., lectores(as). Incluso hasta a nuestros amigos socialistas les gustaría hacerse ¡socialistas ricos! Ellos no objetan la riqueza en sí misma; la riqueza que les preocupa es la de los otros. Como punto de hecho, algunas de las personas más ricas de EE.UU. son socialistas. Millonarios como Cyrus Eaton, Nelson Rockefeller y otros de la misma vena política no son capitalistas sino solamente socialistas ricos. Y es que la cantidad de dinero que tenga alguien no significa nada en esto: lo que le hace socialista o capitalista a Ud. no es lo que tiene sino lo que piensa. Quienes creemos en la libertad económica pensamos como capitalistas laissez-faire.

 Aunque por supuesto, el deseo de hacer riqueza no es de ninguna manera nuestra única motivación para promover la libre empresa, ni siquiera la primera. Somos perfectamente conscientes de que pese a nuestros mejores esfuerzos la mayoría de nosotros nunca llegará a acumular grandes riquezas. Pero nuestra firme convicción es que el capitalismo laissez-faire hace posible no solamente que algunos disfruten de los verdaderos lujos de los ricos, sino también -y es más importante- que todo el resto de nosotros incrementemos nuestros propios niveles de vida por encima de lo que nos permitiría cualquier otro sistema económico. Y esa es la clave.

 Nadie desea ver a la gente hambrienta o viviendo en la pobreza. Y algo que colectivistas e individualistas tenemos en común es el anhelo por un sistema que eleve el nivel de vida de los pobres. La diferencia como siempre es en los medios. Y el colectivista no es muy sofisticado en su enfoque. Simplemente mira a su alrededor, observa alguna gente muy rica, "nadando en la abundancia", en medio un montón de pobres que apenas tienen para vivir. Entonces recuerda las películas de Robin Hood y dice: ¡Eureka, ahí está la solución! Quitarle a los ricos para darle a los pobres. Nada más simple, ¿no ...? Sería la solución perfecta, excepto por un "pequeño" detalle: no funciona.

 Y la primera de las razones por las que no funciona, no ha funcionado nunca ni funcionará jamás, es que los ricos sencillamente no tienen suficiente como para todos. En el plano internacional por ej., sabemos que EE.UU. comparado con el resto del mundo es como un tipo muy rico, ¿verdad? Sin embargo, supongamos que por algún medio mágico podemos convertir toda cosa de valor de este país en efectivo, para dividir después el producto por partes iguales entre todas las personas del mundo. Supongamos que para ello podemos tumbar todos los edificios ladrillo a ladrillo y hacerlos líquidos -incluyendo el valor del trabajo empleado-, e igual con todas las máquinas, autopistas, vehículos, equipos electrónicos, todo, todo, excepto las ropas que vestimos. ¿Ud. tiene idea de hasta donde podemos elevar así el nivel de vida de los pobres del mundo? Alcanzaría para que todos pudieran vivir como en promedio vivimos en este país por ... una semana.
 Y después todo volvería a ser como antes para ellos.
 Y si a todos los millonarios estadounidenses se les decretase un impuesto de 100 % en sus ingresos anuales -sin dejarles un centavo- destinado a sufragar los gastos del gobierno federal, eso alcanzaría para ... 39 horas; y si ese impuesto se extendiera a todos los que ganan más de U$S 25.000, entonces la cantidad obtenida alcanzaría para ... menos de 72 horas.

 Cuando Ud. considera estos hechos, varias cosas se hacen obvias. Primero, que son los de abajo quienes pagan el grueso de los impuestos. Y segundo, que siempre va a ser así, porque si se lo hacemos pagar solamente a los ricos, no sería suficiente.
El punto es simple: quitando a los ricos Ud. no puede ayudar a los pobres. Tal vez así pudiera sentirse Ud. mismo mejor, quizá Ud. envidie a los ricos, podrá resentir la actitud y comportamiento de los ricos con su riqueza, y sentir que no la merecen. Podrá Ud. ser un político consciente de que rinde votos la promesa de pechar a los ricos. Pero si quienes de verdad le preocupan a Ud. son los pobres, entonces pierde su tiempo: quitando a los ricos Ud. no puede ayudar a los pobres.

Entonces, ¿cómo ayudar a los pobres?
 Antes que nada los individualistas no somos utopistas. Siempre habrá quienes por diversas razones sean incapaces de producir: niños, enfermos, desvalidos, retardados mentales, etc. Y reconocemos que la única forma para que estas personas puedan vivir es del excedente de quienes producen. Esto es elemental. El problema es cómo aumentar ese excedente. Porque si no podemos aumentarlo, los pobres se quedarán pobres, no importa cuanto deseemos ayudarles.
Así que entonces, ¿cómo aumentamos el excedente? ¿Cómo logramos una situación en que cada ser humano productivo se haga cada vez más productivo? La respuesta desde luego es que la persona que produce debe tener un incentivo para hacer un esfuerzo creciente, trabajar más duro, o más tiempo, o invertir, por ej. en herramientas. Poca gente escoge trabajar a menos que sea motivada por un aliciente aparte del trabajo mismo.
 Y hay cuatro tipos de incentivos para los seres humanos: el miedo, que es la motivación del esclavo; el odio, que es la de la víctima; el altruismo, la del filósofo; y por fin el deseo de una recompensa o beneficio, que es la de todo el mundo. De los cuatro incentivos, el último es con mucho el más poderoso y constante para casi todo el mundo.

 Se sigue de esto -y por favor tome nota con atención- que la medida en que el gobierno quita en impuestos a las recompensas o beneficios materiales de los productores, para darles a los no productores, es la misma medida en que el gobierno destruye precisamente el incentivo para continuar produciendo. Y por tanto es la medida en que reduce el excedente, perjudicando así a quienes deben vivir de ese excedente, que es la gente a la que supuestamente trata de ayudar.
Todos conocemos casos de ricos empresarios a quienes el impuesto progresivo por ej. les ha desmotivado para hacer crecer sus empresas. Es el caso del hombre que se dice: "¿Por qué yo voy a meterme en un nuevo negocio? ¿Más trabajo y dolor de cabeza? ¿Por qué voy a arriesgar mi capital? Podría perderlo todo. Por otra parte, si lo hago, y todo bien y sin cometer errores, sería sólo para que el gobierno tome la mayor parte. Entonces, ¿para qué ...?" Y no lo hace. Significa otro negocio que no arranca, otra fábrica que no se construye, miles de empleos que no se crean, millones de dólares de ganancias que no se suman al excedente. ¿Y quién se perjudica? ¿El rico? No. El rico podrá no ser tan rico, pero sigue viviendo muy bien.
En último análisis, la manipulación gubernamental del mercado siempre daña al pobre más que al rico, cosa que el colectivista jamás termina de entender.

 Las leyes de salario mínimo constituyen ejemplo típico de esto. Cada tanto el Congreso eleva la tasa mínima legal de salario por hora, y entonces otros miles de anónimos trabajadores marginales -los desaventajados, no calificados o viejos- pierden sus empleos. En 1967 por ej., cuando el gobierno elevó el salario mínimo a U$S 1.40 la hora, para ayudar a las categorías de menores ingresos, se perdieron más de medio millón de esos puestos: los empleadores simplemente no pudieron pagar las nuevas tasas de salario. De hecho miles de pequeñas empresas fueron obligadas a cerrar y a salir de la economía por causa de esa acción gubernamental. Y por ella entonces no solamente perdieron sus empleos muchos trabajadores de las categorías inferiores, sino también de las otras. Pero como estos últimos eran trabajadores más calificados, no tuvieron mayor dificultad en conseguir nuevos empleos.
Como siempre es el trabajador marginal, el más pobre y desvalido, quien más se perjudica con los efectos reales de programas oficiales que se suponen en su beneficio.

 El enfoque colectivista siempre es dividir el pastel económico en partes iguales, a fin de asegurarse que nadie saque un pedazo más grande que otro.
 Por supuesto, Ud. puede haberse dado cuenta de que los encargados de partir y repartir el pastel usualmente terminan con una parte mayor que la "igualitaria". Esta es una de las grandes contradicciones entre la teoría marxista y la práctica. En teoría el comunismo es la sociedad sin clases; pero en la práctica, en todo país donde el comunismo ha llegado al poder, los comisarios y cuadros del Partido Comunista viven como reyes, mientras los trabajadores y campesinos continúan en su lucha por satisfacer las necesidades mínimas de la vida.
El individualista admite el hecho de que bajo cualquier sistema siempre va haber quienes tengan más pastel que otros. La única cuestión es ¿quiénes van a ser ...? ¿Los políticos y burócratas que lo dividen? ¿O quienes han trabajado para crearlo? Porque si van a ser los divisores quienes obtengan esas porciones mayores, entonces los productores van a retardar su paso o a retirarse; y entonces habrá menos pastel para todos. Ahora, si a los productores se les permite conservar lo que producen y distribuir el excedente como a ellos les cuadre, entonces van a inventar, a invertir, etc., y habrá más para cada uno.
 En tal caso, aún quienes reciban los pedazos más pequeños, terminarán con más que los que supuestamente reciben cantidades iguales de un pastel menor.

 Lo del pastel es una analogía, pero la idea resume adecuadamente la función humanitaria del sistema de libre empresa, que es la razón por la cual EE.UU. en apenas 150 años se levantó de entre un medio ambiente natural salvaje y hostil, y pasó a ser la envidia del Viejo Mundo colectivista.
 Aunque desde luego que este sistema de libre empresa ya no está vigente en EE.UU. Quien diga lo contrario se engaña. Hemos retornado al vientre materno del Viejo Mundo. Estamos dando casi la vuelta completa. Diariamente vemos un gobierno en constante expansión, destruyendo el incentivo que sus ciudadanos tienen para seguir produciendo. Y diariamente nos acercamos al final del camino.
Pero al votante de hoy esto no se le dice. Se le dice que vivimos en un sistema de libre empresa, y de allí todos nuestros problemas y fallos económicos. "El capitalismo está en crisis" se le dice. Y que la única solución es su reemplazo por el socialismo. ¡Qué noticia! ¡Qué pena! ¡Por el socialismo fue ya reemplazado hace años! Los fracasos de hoy son los fracasos del socialismo. Y lo que está en crisis no es el capitalismo sino el socialismo.

 Hace más de 120 años, un economista francés llamado Frederic Bastiat escribió un ensayo titulado "La Ley". Contiene una de las más claras y evocadoras sentencias de filosofía política que se puedan encontrar. Porque con lógica y preciso lenguaje, comprueba más allá de duda que la función propia del gobierno es proteger las vidas, libertad y propiedades de sus ciudadanos, pero no proveerles.

 PROTEGER, NO PROVEER. Porque para proveer de algo a alguien -explica Bastiat- primero eso que se provee debe haberse tomado de otro.
 Y una vez que se ha dado por supuesto el poder de tomar algo de alguien para darlo a otro, ese supuesto se convierte en un mecanismo potencial de saqueo o pillaje legalizado. Y el control del mecanismo se vuelve cosa altamente codiciada por individuos y grupos que quieren llenar sus bolsillos con impuestos tomados de otras personas. Para ese fin tratarán de sobornar a los políticos, o bien comprar ellos mismos sus puestos, o también formar grupos de presión con gran capacidad de influencia en los pasillos gubernamentales. Cada quien querrá "tomar" su pedazo. Los empresarios clamarán por leyes que impongan derechos aduaneros y toda clase de controles, así podrán congelarse sus mayores precios. Y cuando los consumidores descubran lo que ocurre, no pedirán la eliminación de esos favoritismos gubernamentales, sino que les den "lo suyo" a ellos también.
 De ese modo los sindicatos reclamarán leyes de salario mínimo, los agricultores se arrimarán a pedir subsidios, los desempleados querrán recibir beneficios de seguro, las familias querrán apartamentos, los estudiantes becas, las universidades sus "ayudas", etc., etc. Todo el proceso se disparará en espiral, cada vez más, hasta que al final ¡todos estarán saqueando a todos!
 Hasta que a lo último, los impuestos lleguen al punto en que sencillamente no queda nada para saquear. El sistema colapsa. El juego se termina. Lo que queda es el puro mecanismo: el "gobierno total". Y la libertad se habrá perdido.

 Este proceso descrito por Bastiat hace más de 120 años es exactamente lo que está ocurriendo hoy en EE.UU. Y su advertencia sobre la libertad perdida como uno de los resultados finales del proceso indica otra razón por la cual el colectivismo no funciona, por la cual nosotros defendemos el concepto de libre empresa. Y es que incluso si el colectivismo no fuera moralmente malo, y produjera un elevado nivel de vida, todavía nos opondríamos, en base a que la libertad es todavía más importante que la prosperidad.
Porque para resistir una tiranía Ud. debe ser antes que nada independiente de ella, para poder subsistir. En dado caso que el gobierno le proveyera a Ud. su comida, ropa, vivienda, educación, empleo, asistencia médica y pensión de retiro ... lo controlaría a Ud. en realidad, y del modo más efectivo. Y en caso de volverse tiránico -cosa que históricamente se ve es muy fácil, y de muchos modos-, ¡entonces sí que está Ud. frito, mi amigo!

 Creemos que los estadounidenses necesitamos desesperadamente reaprender una de las más grandes lecciones de la historia, muy bien sabida por nuestros ancestros. Es esta: Cuando un gobierno es suficientemente poderoso como para darle al pueblo todo lo que quiere, lo es también para quitarle todo lo que tiene. Y Ud. no puede tener una cosa sin la otra.

 Creemos por tanto que ¡el gobierno es demasiado grande! Y ese es el problema. Si realmente queremos preservar la libertad, necesitamos hablar sobre las formas y maneras de reducir el tamaño y alcance del gobierno. Objetivo muy bien resumido en la consigna:
"Menos gobierno, más responsabilidad individual, y con ayuda de Dios, un mundo mejor."

 Copyright 1972 por G. Edward Griffin.
 



 
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