Nuestro Señor Jesucristo, la misma noche en que fue traicionado,
tomó pan, y habiendo dado las gracias, lo partió y dio a Sus discípulos
diciendo: "Comed este que es mi cuerpo, el cual es dado a vosotros. Haced
esto en memoria mía."
Y después, de la misma manera tomó el cáliz, habiendo cenado, y
cuando hubo dado las gracias, lo dió a ellos, diciendo: "Bebed todos de
él; este cáliz es el Nuevo Testamento [evangelio] en mi sangre, que fue
derramada por vosotros para la remisión de los pecados. Haced esto cuando
bebáis, en memoria mía."
Este acto de Jesucristo es recordado en cuatro pasajes distintos
del Nuevo Testamento: Mateo 26:26-28; Marcos 17:22-24; 1 Corintios 11:23-26;
Lucas 22:19-20. Por este acto, Cristo instituyó "La Cena del Señor" como
ordenanza permanente de la iglesia cristiana. Allí donde los cristianos
se reúnan para adoración, podemos esperar ver observada esta ordenanza.
El propósito a que Cristo quiso sirviera Su cena no es profundo
ni misterioso. Puede verse llanamente si entendemos esta cena sencillamente
a la luz de la muerte de Cristo en la cruz por los pecados del mundo.
Para clarificar, comencemos con las palabras "en memoria Mía" (1
Corintios 11:24,25).
Cuando Cristo habla de "memoria" no está hablando de un recuerdo
superficial. No quiere que la gente nada más diga "¡Ah sí ...! ¡Ya me acuerdo!
El pobre tipo fue condenado a muerte aún siendo perfectamente inocente.
¡Qué barbaridad! ¡Qué verguenza!" Si esto fuese todo lo que alguien recuerda
participando en la cena del Señor, sería cosa absolutamente sin valor.
Lejos de tal recuerdo superficial, lo que Cristo quiere que recordemos
es lo que llanamente dice, esto es, que Su cuerpo fue "dado por vosotros",
y que Su sangre fue "derramada por vosotros en remisión de pecados" (Mateo
26:28; Marcos 14:24; Lucas 22:19-20; 1 Corintios 11:24). Lo que Cristo
quiere recordarnos es el mensaje del evangelio, las buenas nuevas, que
murió en la cruz derramando Su sangre, para que nosotros pudiesemos tener
perdón y vida eterna. ¡Y Cristo ciertamente no quiere que recordemos el
hecho sin creerlo! Quiere que recordemos CREYENDO, que Su cuerpo fue entregado
por nosotros, y que Su sangre fue derramada por nuestro perdón.
Entendido ésto, se hace obvio que Cristo quiso que Su cena sirviera
como proclamación ceremonial del evangelio. Allí donde esta ceremonia se
cumple conforme a Su instrucción, se le está recordando a la gente aquello
por lo que Cristo murió: para que pudiese tener perdón y vida eterna. Y
esto es cierto aún en iglesias donde el evangelio no está siendo predicado.
De este modo es como conocemos la Palabra de Dios, sea o no proclamada
llanamente en conexión con la ceremonia: jamás retornará a Él vacía, sino
que cumplirá el propósito que Él quiso que cumpliera.
Ahora bien, Cristo instituyó esta ceremonia para el tiempo de la Pascua: quiso que todos entendieran que Él era el verdadero sacrificio pascual (1 Corintios 5:7). La liberación del lazo que Dios hizo para los judíos en tiempo de Moisés, fue dirigida así a apuntar a la liberación del lazo del pecado, a través de la muerte de Cristo en la cruz. Así como los judíos fueron librados de la muerte, cuando creyeron en la promesa de liberación de Dios, conectada con el sacrificio de la Pascua, así todos somos todos librados de la atadura del pecado y de la muerte espiritual, cuando confiamos en la promesa de perdón de Dios, mediante la muerte de Cristo en la cruz. La cena del Señor quiso apuntarnos a la muerte de Cristo en la cruz, asegurandonos perdón a través de Su sangre.
En este punto alguien puede preguntar "¿Por qué Pablo habla de algunas
personas como no meritorias de la Cena del Señor?" (1 Corintios 11:27-29).
Aquí otra vez la respuesta se encuentra en el evangelio. Si nuestros pecados
son perdonados, entonces a los ojos de Dios somos sin pecado y rectos.
Si somos rectos a los ojos de Dios, entonces no hay posibilidad de ser
inmeritorios.
Las únicas personas que pueden ser inmeritorias son aquellas que
no buscan a Dios por perdón. Y esas son con frecuencia las que piensan
que son meritorias porque confían en sus propias obras, en lugar de buscar
a Cristo por perdón (Lucas 18:9-14). Tales personas fallan en reconocer
el cuerpo de Cristo como la única fuente de su salvación (1 Corintios 11:29).
Debido a que rechazan admitir sus pecados y necesidad de perdón, les regresa
la culpa y condenación que Cristo cargó en lugar de ellos (1 Corintios
11:27). Rechazando el perdón por su incredulidad, comparten la culpa de
quienes crucificaron a Cristo, porque fueron sus pecados los que Le clavaron
en la cruz (Mateo 23:35; Lucas 11:50). Son condenados y reprendidos por
Dios, en la esperanza de que puedan reconocer sus pecados, y así llegar
al arrepentimiento y a la fe en Cristo (1 Corintios 11:29-32).
Examinemos ahora las palabras de Pablo en 1 Corintios 11:26-27. Ambos
versículos nos dicen que lo que comemos participando en la Cena del Señor
es "pan". ¡No comemos carne sino pan! Dios no quiso que saquemos la conclusión
de estar comiendo carne.
Cuando Cristo instituyó la Cena del Señor como Su carne, estaba
hablando a Sus discípulos, no siendo comido por ellos. Aunque cuando recibimos
la Cena, verdaderamente recibimos su cuerpo y sangre, porque eso es lo
que Él llanamente dijo (1 Corintios 11:24-25). Sin embargo, estamos recibiendo
el cuerpo y sangre de Nuestro Señor en un sentido evangélico, no físico.
No como comida, sino como expiación por nuestros pecados.
En otras palabras: todos quienes participan en la Cena del Señor,
creyendo que en ella reciben ese cuerpo que fue dado por ellos, y que esa
sangre fue derramada por ellos, en remisión de sus pecados, verdaderamente
reciben el cuerpo y sangre de Cristo, pero no como alimento físico, sino
como expiación.
Por otra parte, aquellos quienes participan de la Cena del Señor,
pero sin creer que cuerpo y sangre de Cristo fueron respectivamente "dado"
y "derramada", de la misma manera reciben el cuerpo y la sangre de Cristo.
Cuerpo y sangre les están siendo presentados a ellos como expiación; no
obstante por su increencia ellos rechazan la expiación, y por eso reciben
cuerpo y sangre de Cristo para su propia condenación. Son condenados por
sus pecados, y además por haber rechazado la expiación para los mismos.
No tienen excusa delante de Dios, porque el cuerpo y la sangre de Cristo
les fueron presentados, y ellos no los reconocieron como expiación por
sus pecados, ni aceptaron el perdón que les estaba disponible por ese medio
(1 Corintios 11:27,29).
Ahora bien; en relación con el cuerpo y sangre de Cristo, es importante
entender que las palabras de Cristo en Juan 6:35-63, no se refieren a la
Cena del Señor: no había sido aún instituida cuando Cristo hace esas declaraciones.
También la gramática de este texto es enteramente diferente. Cuando Cristo
instituyó Su Cena, llamó al pan Su "cuerpo"; en cambio en el capítulo 6
de Juan hace exactamente lo opuesto: llama a Su cuerpo "pan".
Por lo tanto, cuando aquí está hablando de comer Su carne, no se
está refiriendo a la Cena del Señor.
A fin de entender lo que Cristo está diciendo en Juan 6, ayuda saber
que los antiguos rabinos enseñaron que el Mesías sería como Moisés, en
varios sentidos. Y como Moisés proveyó el maná, así también lo haría el
Mesías; como Moisés hizo elevarse una caída de agua, asimismo haría el
Mesías [Ver Edersheim, volumen 1, página 176]
En su capítulo 6, Juan está mostrando que Cristo es el maná celestial.
Y en el 4, que Cristo es el agua viva (Juan 4:10-14). En ambos casos, lo
que Juan hace es demostrar que Cristo es verdaderamente el Mesías.
Una vez entendido que Juan 6:35-63 no está hablando de la Cena del
Señor, todo el tema se hace muchísimo más claro. Así como el alimento nos
mantiene vivos, físicamente, también el cuerpo y la sangre de Cristo, espiritualmente.
Así como el don del maná sostuvo a los hijos de Israel, a través del desierto,
de la misma manera el don del cuerpo y la sangre de Cristo nos sostiene
a nosotros en nuestra vida, a través del desierto del pecado y de la muerte.
Todos recibimos verdaderamente cuerpo y sangre de Cristo como sostén espiritual,
cuando creemos que su cuerpo fue dado por nosotros, y que su sangre fue
derramada por nosotros, para remisión de pecados (Mateo 26:28; Marcos 14:24,
Lucas 22:19,20); 1 Corintios 11:24).
Esta comprensión debería clarificarnos que recibimos en cuerpo y
sangre de Cristo como alimento espiritual, a través de la fe, aparte de
toda ceremonia (Romanos 5:1-2). El propósito de la ceremonia es apuntarnos
a Cristo, como la fuente de nuestra nutrición espiritual, presentes Su
cuerpo y sangre a nosotros como expiación por nuestros pecados, asegurandonos
perdón mediante Su muerte en lugar nuestro.
Cristo quiso que "La Cena del Señor" apuntara a la gente a Su muerte
como la fuente de todo perdón. Por cierto no quiso que la gente fuera apuntada
a la ceremonia misma, como si el perdón fuese a estar en la ceremonia y
no en Su sacrificio. Tampoco quiso que considerasemos Su cena como nada
más que una "comida recordatoria", negando que quienes participan reciben
verdaderamente Su cuerpo y sangre. Todos quienes se adelantan a recibir
la Cena del Señor, deberían hacerlo como reconocimiento público de sus
pecados, y de su necesidad de perdón, y como testimonio igualmente público
de su fe en Cristo como la fuente de ese perdón.
1. ¿Quién instituyó la Cena del Señor?
2. ¿Qué quiere recordarnos Cristo cuando participamos de Su Cena?
3. ¿Retornará vacía la Palabra de Dios, tal como es proclamada a
través de la ceremonia de la Cena del Señor?
4. ¿Hacia qué futuros eventos apunta la liberación de los judíos
en la época de Moisés?
5. ¿Quiénes son "inmeritorios" de participar en la Cena del Señor?
6. ¿Por qué son inmeritorios y reprendidos por Dios si participan
en la cena del Señor?
7. ¿Qué comemos cuando participamos de la Cena del Señor, de acuerdo
a 1 Corintios 11:29-32?
8. ¿En qué sentido el pan es el cuerpo de Cristo?
9. ¿Cómo recibimos verdaderamente el cuerpo de Cristo en la Cena
del Señor?
10. ¿Por qué Juan 6:35-63 no es una referencia a la Cena del Señor?