LA CENA DEL SEÑOR
UN ESTUDIO
 

por Gary Ray Branscome

Lección 17

Nuestro Señor Jesucristo, la misma noche en que fue traicionado, tomó pan, y habiendo dado las gracias, lo partió y dio a Sus discípulos diciendo: "Comed este que es mi cuerpo, el cual es dado a vosotros. Haced esto en memoria mía."
Y después, de la misma manera tomó el cáliz, habiendo cenado, y cuando hubo dado las gracias, lo dió a ellos, diciendo: "Bebed todos de él; este cáliz es el Nuevo Testamento [evangelio] en mi sangre, que fue derramada por vosotros para la remisión de los pecados. Haced esto cuando bebáis, en memoria mía."

Este acto de Jesucristo es recordado en cuatro pasajes distintos del Nuevo Testamento: Mateo 26:26-28; Marcos 17:22-24; 1 Corintios 11:23-26; Lucas 22:19-20. Por este acto, Cristo instituyó "La Cena del Señor" como ordenanza permanente de la iglesia cristiana. Allí donde los cristianos se reúnan para adoración, podemos esperar ver observada esta ordenanza.
El propósito a que Cristo quiso sirviera Su cena no es profundo ni misterioso. Puede verse llanamente si entendemos esta cena sencillamente a la luz de la muerte de Cristo en la cruz por los pecados del mundo.

Para clarificar, comencemos con las palabras "en memoria Mía" (1 Corintios 11:24,25).
Cuando Cristo habla de "memoria" no está hablando de un recuerdo superficial. No quiere que la gente nada más diga "¡Ah sí ...! ¡Ya me acuerdo! El pobre tipo fue condenado a muerte aún siendo perfectamente inocente. ¡Qué barbaridad! ¡Qué verguenza!" Si esto fuese todo lo que alguien recuerda participando en la cena del Señor, sería cosa absolutamente sin valor.
Lejos de tal recuerdo superficial, lo que Cristo quiere que recordemos es lo que llanamente dice, esto es, que Su cuerpo fue "dado por vosotros", y que Su sangre fue "derramada por vosotros en remisión de pecados" (Mateo 26:28; Marcos 14:24; Lucas 22:19-20; 1 Corintios 11:24). Lo que Cristo quiere recordarnos es el mensaje del evangelio, las buenas nuevas, que murió en la cruz derramando Su sangre, para que nosotros pudiesemos tener perdón y vida eterna. ¡Y Cristo ciertamente no quiere que recordemos el hecho sin creerlo! Quiere que recordemos CREYENDO, que Su cuerpo fue entregado por nosotros, y que Su sangre fue derramada por nuestro perdón.

Entendido ésto, se hace obvio que Cristo quiso que Su cena sirviera como proclamación ceremonial del evangelio. Allí donde esta ceremonia se cumple conforme a Su instrucción, se le está recordando a la gente aquello por lo que Cristo murió: para que pudiese tener perdón y vida eterna. Y esto es cierto aún en iglesias donde el evangelio no está siendo predicado.
De este modo es como conocemos la Palabra de Dios, sea o no proclamada llanamente en conexión con la ceremonia: jamás retornará a Él vacía, sino que cumplirá el propósito que Él quiso que cumpliera.

Ahora bien, Cristo instituyó esta ceremonia para el tiempo de la Pascua: quiso que todos entendieran que Él era el verdadero sacrificio pascual (1 Corintios 5:7). La liberación del lazo que Dios hizo para los judíos en tiempo de Moisés, fue dirigida así a apuntar a la liberación del lazo del pecado, a través de la muerte de Cristo en la cruz. Así como los judíos fueron librados de la muerte, cuando creyeron en la promesa de liberación de Dios, conectada con el sacrificio de la Pascua, así todos somos todos librados de la atadura del pecado y de la muerte espiritual, cuando confiamos en la promesa de perdón de Dios, mediante la muerte de Cristo en la cruz. La cena del Señor quiso apuntarnos a la muerte de Cristo en la cruz, asegurandonos perdón a través de Su sangre.

En este punto alguien puede preguntar "¿Por qué Pablo habla de algunas personas como no meritorias de la Cena del Señor?" (1 Corintios 11:27-29). Aquí otra vez la respuesta se encuentra en el evangelio. Si nuestros pecados son perdonados, entonces a los ojos de Dios somos sin pecado y rectos. Si somos rectos a los ojos de Dios, entonces no hay posibilidad de ser inmeritorios.
Las únicas personas que pueden ser inmeritorias son aquellas que no buscan a Dios por perdón. Y esas son con frecuencia las que piensan que son meritorias porque confían en sus propias obras, en lugar de buscar a Cristo por perdón (Lucas 18:9-14). Tales personas fallan en reconocer el cuerpo de Cristo como la única fuente de su salvación (1 Corintios 11:29). Debido a que rechazan admitir sus pecados y necesidad de perdón, les regresa la culpa y condenación que Cristo cargó en lugar de ellos (1 Corintios 11:27). Rechazando el perdón por su incredulidad, comparten la culpa de quienes crucificaron a Cristo, porque fueron sus pecados los que Le clavaron en la cruz (Mateo 23:35; Lucas 11:50). Son condenados y reprendidos por Dios, en la esperanza de que puedan reconocer sus pecados, y así llegar al arrepentimiento y a la fe en Cristo (1 Corintios 11:29-32).

Examinemos ahora las palabras de Pablo en 1 Corintios 11:26-27. Ambos versículos nos dicen que lo que comemos participando en la Cena del Señor es "pan". ¡No comemos carne sino pan! Dios no quiso que saquemos la conclusión de estar comiendo carne.
Cuando Cristo instituyó la Cena del Señor como Su carne, estaba hablando a Sus discípulos, no siendo comido por ellos. Aunque cuando recibimos la Cena, verdaderamente recibimos su cuerpo y sangre, porque eso es lo que Él llanamente dijo (1 Corintios 11:24-25). Sin embargo, estamos recibiendo el cuerpo y sangre de Nuestro Señor en un sentido evangélico, no físico. No como comida, sino como expiación por nuestros pecados.
En otras palabras: todos quienes participan en la Cena del Señor, creyendo que en ella reciben ese cuerpo que fue dado por ellos, y que esa sangre fue derramada por ellos, en remisión de sus pecados, verdaderamente reciben el cuerpo y sangre de Cristo, pero no como alimento físico, sino como expiación.
Por otra parte, aquellos quienes participan de la Cena del Señor, pero sin creer que cuerpo y sangre de Cristo fueron respectivamente "dado" y "derramada", de la misma manera reciben el cuerpo y la sangre de Cristo. Cuerpo y sangre les están siendo presentados a ellos como expiación; no obstante por su increencia ellos rechazan la expiación, y por eso reciben cuerpo y sangre de Cristo para su propia condenación. Son condenados por sus pecados, y además por haber rechazado la expiación para los mismos. No tienen excusa delante de Dios, porque el cuerpo y la sangre de Cristo les fueron presentados, y ellos no los reconocieron como expiación por sus pecados, ni aceptaron el perdón que les estaba disponible por ese medio (1 Corintios 11:27,29).

Ahora bien; en relación con el cuerpo y sangre de Cristo, es importante entender que las palabras de Cristo en Juan 6:35-63, no se refieren a la Cena del Señor: no había sido aún instituida cuando Cristo hace esas declaraciones. También la gramática de este texto es enteramente diferente. Cuando Cristo instituyó Su Cena, llamó al pan Su "cuerpo"; en cambio en el capítulo 6 de Juan hace exactamente lo opuesto: llama a Su cuerpo "pan".
Por lo tanto, cuando aquí está hablando de comer Su carne, no se está refiriendo a la Cena del Señor.
A fin de entender lo que Cristo está diciendo en Juan 6, ayuda saber que los antiguos rabinos enseñaron que el Mesías sería como Moisés, en varios sentidos. Y como Moisés proveyó el maná, así también lo haría el Mesías; como Moisés hizo elevarse una caída de agua, asimismo haría el Mesías [Ver Edersheim, volumen 1, página 176]
En su capítulo 6, Juan está mostrando que Cristo es el maná celestial. Y en el 4, que Cristo es el agua viva (Juan 4:10-14). En ambos casos, lo que Juan hace es demostrar que Cristo es verdaderamente el Mesías.
Una vez entendido que Juan 6:35-63 no está hablando de la Cena del Señor, todo el tema se hace muchísimo más claro. Así como el alimento nos mantiene vivos, físicamente, también el cuerpo y la sangre de Cristo, espiritualmente. Así como el don del maná sostuvo a los hijos de Israel, a través del desierto, de la misma manera el don del cuerpo y la sangre de Cristo nos sostiene a nosotros en nuestra vida, a través del desierto del pecado y de la muerte. Todos recibimos verdaderamente cuerpo y sangre de Cristo como sostén espiritual, cuando creemos que su cuerpo fue dado por nosotros, y que su sangre fue derramada por nosotros, para remisión de pecados (Mateo 26:28; Marcos 14:24, Lucas 22:19,20); 1 Corintios 11:24).

Esta comprensión debería clarificarnos que recibimos en cuerpo y sangre de Cristo como alimento espiritual, a través de la fe, aparte de toda ceremonia (Romanos 5:1-2). El propósito de la ceremonia es apuntarnos a Cristo, como la fuente de nuestra nutrición espiritual, presentes Su cuerpo y sangre a nosotros como expiación por nuestros pecados, asegurandonos perdón mediante Su muerte en lugar nuestro.
 

CONCLUSIÓN

Cristo quiso que "La Cena del Señor" apuntara a la gente a Su muerte como la fuente de todo perdón. Por cierto no quiso que la gente fuera apuntada a la ceremonia misma, como si el perdón fuese a estar en la ceremonia y no en Su sacrificio. Tampoco quiso que considerasemos Su cena como nada más que una "comida recordatoria", negando que quienes participan reciben verdaderamente Su cuerpo y sangre. Todos quienes se adelantan a recibir la Cena del Señor, deberían hacerlo como reconocimiento público de sus pecados, y de su necesidad de perdón, y como testimonio igualmente público de su fe en Cristo como la fuente de ese perdón.
 

PREGUNTAS PARA ESTUDIO

1. ¿Quién instituyó la Cena del Señor?
2. ¿Qué quiere recordarnos Cristo cuando participamos de Su Cena?
3. ¿Retornará vacía la Palabra de Dios, tal como es proclamada a través de la ceremonia de la Cena del Señor?
4. ¿Hacia qué futuros eventos apunta la liberación de los judíos en la época de Moisés?
5. ¿Quiénes son "inmeritorios" de participar en la Cena del Señor?
6. ¿Por qué son inmeritorios y reprendidos por Dios si participan en la cena del Señor?
7. ¿Qué comemos cuando participamos de la Cena del Señor, de acuerdo a 1 Corintios 11:29-32?
8. ¿En qué sentido el pan es el cuerpo de Cristo?
9. ¿Cómo recibimos verdaderamente el cuerpo de Cristo en la Cena del Señor?
10. ¿Por qué Juan 6:35-63 no es una referencia a la Cena del Señor?