LAS LLAVES DEL REINO
UN ESTUDIO
 

por GARY RAY BRANSCOME

Lección 18

El propósito por el cual Cristo vino al mundo: salvar a los pecadores (1 Timoteo 1:15).
Debido a que todos "pecamos, y fuimos destituidos de la gloria de Dios", nadie de nosotros puede entrar al cielo sino es por Él. ¡Es la puerta de la salvación! (Romanos 3:23; Hechos 4:12; Juan 10:9). Y la llave que abre esa puerta, y que nos capacita para entrar en la vida eterna, es el conocimiento del evangelio (Lucas 11:52; Oseas 4:6; Marcos 16:16; Juan 3:16; Romanos 10:14-17). El Evangelio es el poder de Dios para salvación de todos quienes lo crean (Romanos 1:16).

Por tanto, cuando Cristo dijo a Pedro "Yo te daré las llaves del reino de los cielos", estaba diciendo a Pedro que Él le daría un entendimiento o comprensión de la vía de salvación (Mateo 16:19; Lucas 22:32). Que no estaba limitado a Pedro, sino a todos los creyentes (Mateo 18:18; Juan 20:21-23).
Todos quienes entiendan el modo de salvación tienen las llaves del reino de los cielos. Es al proclamar el evangelio, que el cielo se abre, y los pecados se perdonan, a todos los que creen (Juan 20:23).
Al propio tiempo, la puerta del cielo permanece cerrada para quienes no se arrepienten ni creen (1 Corintios 5:1-5; Mateo 28:15-18; Juan 20:23; 1 Timoteo 1:20).
 

EL PERDÓN DE LOS PECADOS

Antes de ascender a los cielos, Jesús dijo -y no sólo a los 11 apóstoles, sino a todos quienes estaban con ellos-: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis sus pecados les sean retenidos, y a quienes se los retuvieres, les sean retenidos." (Lucas 24:47, Juan 20:22,23; ver además Mateo 16:19 y 18:18).

A fin de entender lo que Cristo significó cuando les dijo que tenían poder para perdonar o retener pecados -a quienes por fe recibieron el Espíritu Santo-, debemos ver Su propio ejemplo.
Cuando Jesús perdonaba pecados, jamás empleó un lenguaje de autoexaltación, dirigido a llamar la atención sobre Sí mismo, o a magnificar Su propia importancia. Sus palabras estuvieron libres de toda pretensión en tal sentido. No decía "Yo, con la autoridad de que estoy investido, te perdono todos tus pecados." Simplemente decía: "Ve con buen ánimo, tus pecados te son perdonados." (Mateo 9:2; Lucas 7:48; Filipenses 2:5-7).

Siguiendo el ejemplo de Cristo, decimos a todos los que desean la clemencia de Dios "Ve con buen ánimo, Dios ha perdonado tus pecados por causa de Cristo." Y al hacer esto, perdonamos los pecados de todos quienes creen.
Pero para no ser mal entendido, permítanme decir que el perdón que ofrecemos está objetivamente presente en el mensaje del evangelio: Cristo lo ganó para nosotros por Su muerte en la cruz. Y como que murió por nuestros pecados, ese perdón ya está allí, para todos quienes no lo rechacen por su negativa a creer. Por ende, es en tanto proclamamos el evangelio, que nosotros simplemente distribuimos ese perdón que Cristo ha obtenido para nosotros. Por lo tanto, nuestro objetivo no debe ser nunca el inflarnos a nosotros mismos, ni proclamar nuestra propia importancia, sino apuntar a la gente a Jesucristo.
Entonces, cuando proclamamos el mensaje del evangelio de este modo, no somos nosotros los que estamos hablando, sino Dios a través de nosotros. Dios nos emplea -como vehículos- para asegurarles a todos aquellos que deseen Su misericordia, que ellos tienen ya ese perdón en Jesucristo. Hablando a través de nosotros, es Dios Quien perdona a todos los pecadores que creen (Lucas 10:16). Dios está perdonando sus pecados, de allí que Su Espíritu Santo da testimonio, a los espíritus de ellos, de que sus pecados les son perdonados, afirmando de este modo sus corazones en la fe (Efesios 2:8,9; Romanos 10:17; 1 Juan 5:10).
 

BAUTISMO Y PERDÓN

La comprensión de que los pecados son perdonados mediante la proclamación del evangelio, nos permite entender por qué Pedro ofreció perdón a quienes se arrepintieran y fuesen bautizados "en el nombre de Jesucristo" (Hechos 2:38).
Para Pedro, el bautismo fue solo otro modo de decirle a la gente que sus pecados eran perdonados por causa de Cristo. Pedro no ve el bautismo como una obra, sino como una proclamación del evangelio, a la cual se ha agregado un elemento visible: el agua. Mediante el bautismo, Pedro está diciendo a todos quienes aceptaron el evangelio (Hechos 2:41): "¡Animo!, sus pecados son perdonados por causa de Cristo." Por tanto, "ser bautizados en el nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados" (Hechos 2:38) es una expresión de fe en que Jesús es la fuente de perdón.
Entendido esto, puede verse que el bautismo quiso apuntar a la gente a Cristo como la fuente de perdón. Dios no quiso que la gente fuese apuntada al bautismo por perdón, como si el perdón llegase a través del simple cumplimiento de una ceremonia, y no de la muerte de Cristo en la cruz. Perdón y salvación son nuestros sólo a través de Cristo, y el bautismo es bien entendido únicamente si lo vemos como un modo de apuntar a la gente a Cristo: cuando es visto como una proclamación del evangelio a la cual un elemento visible (el agua) se ha agregado.
 

LA CENA DEL SEÑOR Y EL PERDÓN

Así como el bautismo apunta a la gente a Cristo como la única fuente de perdón, igualmente se quiso que la Cena del Señor apuntase a la gente a Cristo.
Dios no quiso que la gente fuese apuntada a la ceremonia en sí misma, como si fuese a encontrar salvación en la ceremonia y no en Cristo. Al contrario, cuando Cristo instituyó la ceremonia dijo: "este es mi cuerpo, que es dado a vosotros" y "esta es ... mi sangre, que fue derramada por vosotros para el perdón de los pecados." (Mateo 26:28; Marcos 14:24; Lucas 22:19,20; 1 Corintios 11:24). Con ello, estableció la ceremonia para proclamar el hecho de que el perdón está disponible a través de su muerte en la cruz. Y mediante el ministro encargado de la ceremonia, Cristo le está diciendo al corazón -lleno de problemas- de cada quien: "¡Ánimo! Mi Cuerpo 'fue dado por ti', y Mi sangre 'fue derramada para el perdón de tus pecados.'" (Mateo 26:28). Con esto, es Cristo Quien perdona los pecados del creyente.
Por consiguiente, y como el bautismo, la Cena del Señor es simplemente una proclamación del evangelio, a la cual se le añade un elemento visible: el pan y la copa. Una ceremonia que se quiso apuntase a la gente a Cristo, como la fuente de todo perdón (Apocalipsis 19:10b).
 

DIVIDIENDO CORRECTAMENTE LA PALABRA

Hasta aquí, se enfatizó el hecho de que cuando proclamamos el evangelio, perdonamos los pecados de todos quienes creen.
Hay que enfatizar ahora que sólo quienes creen reciben ese perdón.
Sin embargo, y para evitar malentendidos, permítaseme aclarar que nadie es perdonado por causa de su creencia. El perdón ya está allí para nosotros. Nuestra fe es simplemente una aceptación de ese perdón. Subrayando el hecho de que el perdón llega sólo a quienes creen, nada más aclaramos perfectamente que no viene automáticamente, por el mero cumplimiento externo de un acto "sacramental". El mensaje divino "¡Ánimo!, que tus pecados te son perdonados", es evangelio y no Ley. Y como evangelio, no es el mensaje de Dios a los no arrepentidos, sino a los arrepentidos, quienes han reconocido sus pecados y desean la clemencia de Dios.
Por consiguiente, fallamos en separar correctamente al Evangelio de la Ley, cuando damos a los no arrepentidos, la impresión de que pueden tener perdón y salvación simplemente participando en una ceremonia.
 

CONCLUSIÓN

Proclamar propiamente el evangelio es hacerlo conjuntamente con la ley de Dios.
Por un lado, a través de la Ley, Dios expone y condena nuestros pecados, haciendonos conscientes de nuestra necesidad de Su perdón. Y por otro lado, a través del evangelio, Dios nos asegura Su perdón y clemencia.
Dios obra a través de nosotros para perdonar los pecados de todos quienes creen, pero también para atar y retener los de quienes no se arrepienten ni creen (Juan 20:23).
Y dos maneras en las cuales atamos y retenemos, es manteniendo el bautismo apartado de quienes no creen, y no compartiendo la Cena del Señor con aquellos que no están arrepentidos de sus pecados (1 Corintios 5:1-11; Hechos 8:37). Con esto, no lo hacemos nosotros, sino que es Dios mismo Quien lo está haciendo, a través de nosotros. Y por lo tanto, la condenación de aquellos a quienes advertimos de este modo, es segura y cierta (Lucas 10:16).
 

PREGUNTAS PARA ESTUDIO

1. ¿Cuál es la llave que nos capacita para entrar en la vida eterna?
2. ¿Quién posee las llaves del reino de los cielos?
3. ¿Qué cumplimos proclamando el evangelio?
4. ¿Qué está presente objetivamente en el mensaje del evangelio?
5. Si Dios está hablando a través de nosotros, entonces, ¿qué es lo que está haciendo a través de nosotros?
6. ¿Vio Pedro el bautismo como una obra?
7. ¿Qué verdad quiso Jesucristo que proclamase la Cena del Señor?
8. Las buenas noticias de perdón, ¿son el mensaje de Dios a los no arrepentidos?
9. ¿Qué hace Dios a través de la ley?
10. ¿Cuáles son dos maneras en que atamos y retenemos pecados?