¡La significación espiritual del regreso de Cristo es victoria! Total y completa victoria para Cristo, y para todos quienes creen en Él. Y al propio tiempo, la significación espiritual del regreso de Cristo es derrota: total y completa derrota para Satanás, y para todos los que están bajo su dominio.
La batalla espiritual, que actualmente tiene asido al mundo,
comienza con el deseo de Satanás de ser Dios (Isaías 14:12-15). A través
de la seducción de Adán, Satanás fue capaz de ganar dominio sobre él, y
sobre todos los que estaban bajo su autoridad (Génesis 1:26; Romanos 5:14
y 6:16). Como resultado de la transgresión de Adán, toda la humanidad se
retuerce en el abrazo mortal del pecado (Romanos 5:12-19). A veces parece
como si no hubiera justicia, como si la iniquidad estuviese en el trono.
Sin embargo, Cristo ya ganó la batalla contra el pecado, la muerte y el
demonio (Colosenses 2:15). Y Su victoria es nuestra a través de la fe (1
Juan 5:4; 2 Corintios 2:14). Y cuando Él regrese en triunfo, todas las
cosas Le serán sujetas (1 Corintios 15:25-28; Filipenses 2:10).
La Biblia nos dice que el hombre tiene un alma inmortal, y que a su muerte esa alma deja el cuerpo (Eclesiastés 12:7; Génesis 25:8; 2 Corintios 5:8). Al dejar el cuerpo, el alma del creyente está presente con Cristo en el paraíso (Lucas 23:43), mientras que el alma del no creyente es inmediatamente hundida en el tormento del infierno (Lucas 16:24,28).
Algunas personas tienen un problema reconciliando esta verdad
de la Escritura con lo que la Biblia dice acerca del día del juicio. Preguntan:
¿Cómo puede haber un día del juicio si ya fuimos juzgados -para cielo o
infierno-, al momento de nuestra muerte? Es una pregunta que la Biblia
no responde. No obstante, es seguro que no hay contradicción. Es muy limitado
nuestro conocimiento de los futuros eventos, y del reino espiritual. Como
Dios existe fuera del tiempo, puede ser que quienes mueren, separados del
tiempo, sean presentados inmediatamente para el juicio.
Pero cual sea la solución, no debería preocuparnos, porque lo importante
es que en Cristo la vida eterna es nuestra ya (1 Juan 5:13 y 3:15). Tenemos
la promesa del mismo Dios, de que como nuestros pecados están cubiertos,
nunca estaremos bajo condenación (Juan 5:24; Romanos 4:1-8). De que como
hemos sido elevados de muerte espiritual a nueva vida en Cristo, la segunda
muerte no tendrá poder sobre nosotros (2 Corintios 5:8; Efesios 2:6; Colosenses
2:12-13; Romanos 6:3-4; Apocalipsis 20:6).
En el último día, alma y cuerpo serán reunidos para la eternidad.
En ese día, todos los que estén en las tumbas escucharán la voz de Jesucristo
y se levantarán (Juan 5:28-29; 6:39,44 y 11:24). Para los creyentes será
un día de triunfo y gran alegría. Dios secará toda lágrima de nuestros
ojos, y no habrá más muerte ni dolor de ninguna clase. No nos levantaremos
como humanos corrompidos por el pecado, sino como humanos perfectos, sin
pecado. En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, y a la última trompeta,
nos levantaremos incorruptibles, y seremos cambiados. Dios nos dará belleza
por cenizas, incorrupción por corrupción, inmortalidad por mortalidad.
Entonces la muerte será engullida en esa victoria. Es la victoria que ya
es nuestra, a través del triunfo de Nuestro Señor Jesucristo (Isaías 61:3;
Génesis 18:27; 1 Corintios 15:52-53; Filipenses 3:21; 1 Juan 3:2; Job 19:25-27;
Apocalipsis 21:4; Juan 5:24; 1 Corintios 2:9).
En ese día, que ha sido apuntado por Dios, y conocido sólo por Él (Hechos 17:31; Marcos 13:32), Cristo retornará en gloria a juzgar a los vivos y a los muertos (Mateo 25:31; 1 Pedro 4:5). El Padre no juzgará a ningún hombre, sino que ha comisionado para todo juicio al Hijo (Juan 5:22). Por tanto, todo hombre, rico o pobre, joven o viejo, piadoso o perverso, deberá dar cuenta a Cristo por cada pensamiento, palabra o acción hecha en la carne (Apocalipsis 20:13; Eclesiastés 12:14; Mateo 12:36-37; Colosenses 3:5; 2 Corintios 10:5 y 5:10; Mateo 5:28,48).
Las buenas noticias son que ningún pecado les será imputado
a quienes creen en Cristo (Romanos 4:1-8; Salmo 32:1-2). Quienes confían
en Cristo están libres de la maldición de la ley, y de ningún modo entrarán
en condenación, sino que serán pasados de muerte a vida (Romanos 10:4;
Juan 5:24).
Dios conoce el número exacto de cabellos en nuestra cabeza. Asimismo,
cuando Su Palabra dice "todo el que cree en Él no perecerá, sino que tendrá
vida eterna" (Juan 3:15), Él sabe el nombre preciso de cada hombre, mujer
y niño incluido en ese "todo el que", de igual manera que si sus nombres
estuviesen escritos allí (Apocalipsis 20:15, Juan 12:48).
En el último día, el día que Dios ha apuntado para que Cristo
juzgue al mundo, el grande y glorioso día de la aparición del Señor, "los
cielos se abrirán con gran estruendo, los elementos serán deshechos con
calor hirviente, y quemadas la tierra y las obras que en ella hay." (2
Pedro 3:10; Apocalipsis 1:7; Mateo 25:31; Hechos 17:31; Marcos 13:32).
Entonces habrá unos nuevos cielos y una nueva tierra, donde habitará
la justicia, y de este viejo mundo corrompido por el pecado no se tendrá
más memoria ni será recordado (Isaías 65:17; 2 Pedro 3:13; Apocalipsis
21:1).
Algunas personas tienen un problema armonizando lo que dice la Biblia
sobre una nueva tierra, con lo que dice sobre los salvados que habitarán
en el reino de los cielos (Hebreos 11:16; Mateo 18:1; Marcos 10:21; Mateo
3:2 y 25:1,14,34, etc.). Este problema surge de creer que el cielo es un
lugar físico, cuando en realidad es una dimensión espiritual.
Como Dios está presente en todo lugar, así el cielo está presente
en todo lugar. Sin embargo el cielo está separado de la tierra por una
gran sima espiritual (Lucas 16:26). Cuando Moisés y Elías se aparecieron
a Cristo, en el monte de la transfiguración, no dejaron por ello el cielo,
en cambio Cristo fue capaz de cruzar esa gran sima espiritual, que ningún
mero hombre puede jamás atravesar. Por tanto, cuando Dios crea los nuevos
cielos y la nueva tierra, esta sima no va ya a separar unos de otra. El
cielo estará sobre la tierra, y Dios y el hombre lo habitarán juntos felizmente
(1 Corintios 2:9; Apocalipsis 21:1-3).
El día que Dios ha de juzgar los secretos de los hombres por Jesucristo, habrá sólo dos veredictos posibles: culpable o no culpable (Romanos 2:4,10,16). Como la Biblia llanamente nos dice, todo el mundo es culpable ante Dios, y solamente aquellos cuyos pecados estén cubiertos por la sangre de Cristo pueden escapar al castigo del infierno (Romanos 3:19, 1 Juan 1:7-10; Levítico 19:21,22; Apocalipsis 13:8; Hebreos 9:13-14; Isaías 53:10). Nuestra fe es la convicción y certeza de que hemos puesto nuestros pecados en Jesús (Hebreos 11:1).
Como sólo hay dos veredictos posibles, hay solamente dos posibles destinos, cielo o infierno (Juan 5:28-29). Quienes imaginan otros, muestran solamente su ignorancia (Romanos 1:22). Somos perdonados o no; no hay otras posibilidades. Y los perdonados van al cielo, los demás al infierno. Es simple. Sólo aquelos limpios de todo pecado -por la sangre derramada de Jesucristo- pueden entrar al cielo (Hechos 4:12). Todos los excluidos del cielo van al infierno, y allí se experimentan tormentos eternos (Lucas 16:23-24; 2 Tesalonicenses 1:9; Juan 8:44; Isaías 66:24; Mateo 13:42,50; Gálatas 5:21; Apocalipsis 20:14). Quienes entran al cielo experimentarán alegría y felicidad, más allá de lo que nadie en la tierra puede imaginar (1 Corintios 2:9; 2 Corintios 12:4). Toda lágrima se irá. Dolor, pesar, aflicción, llanto y muerte serán inexistentes (Apocalipsis 21:4). La alegría será abundante cuando los familiares perdidos sean reunidos (Génesis 25:8; Lucas 16:23).
Por otra parte, quienes entran al infierno experimentarán fuegos
de destrucción sin fin (Lucas 16:23; Isaías 66:24). Si los fuegos descritos
son físicos o espirituales no es el punto. Si Dios describió el infierno
como fuego, lo hizo así porque ese fue el término terrenal que mejor pinta
el tormento que todos en el infierno soportarán para siempre.
Mi opinión es que el perdido no sólo sufrirá tormento de fuego,
sino también la depresión total y absoluta que puede venir solamente con
el rechazo de Dios. Se sentirá condenado, sin valor y completamente sin
esperanza. También dudo que en el infierno se tenga cualquier conocimiento
de la clemencia de Dios, o de comportamiento compasivo alguno. Si saben
de Dios, lo más probable es que le vean como un tirano. Y la bondad muy
probablemente sea algo ajeno a sus mentes. Supongo que se inflingirán unos
a otros dolor y tormento, y se regañarán agria y continuamente. Supongo
sus palabras llenas de crueldad, y la dulzura ofrecida sólo para enredar,
entrampar y manipular (Mateo 8:12,29; Proverbios 12:10; Salmo 59:7; Proverbios
10:11,14,18; Marcos 9:43-48; Apocalipsis 14:10 y 20:10; Lucas 8:28).
La oferta de clemencia y perdón de parte de Dios no se extiende
más allá de la tumba. No hay oportunidad de salvación después de la muerte
(Isaías 66:24; Marcos 9:46-48). Como está escrito: "ahora es el tiempo
aceptable: he aquí el día de la salvación" (2 Corintios 6:2). Después de
la muerte será demasiado tarde (Hebreos 9:27; Lucas 16:19-31).
Así como de todas formas vamos camino a la eternidad, perdonados
o no, la manera cómo vamos determinará que la pasemos en el cielo o en
el infierno. Que la gracia de nuestro Señor Jescristo sea con todos ustedes.
1. ¿Cuando comenzó la batalla espiritual que tiene actualmente asido
al mundo?
2. ¿Qué pasa con el alma al momento de la muerte?
3. ¿Qué será reunido para la eternidad en el último día?
4. ¿Quién conoce el día en que Cristo retornará en gloria?
5. ¿Qué será imputado a aquellos que confían en Cristo?
6. ¿Qué se abrirá con gran estruendo el último día?
7. ¿Qué es el cielo, si no es un lugar físico?
8. ¿Por qué hay sólo dos destinos posibles?
9. ¿Qué experimentarán quienes entren en el infierno?
10. ¿Hay oportunidad de salvación después de la muerte?